martes, 2 de abril de 2013

Cuando el fin no justifica los medios

La entrada "El tiempo que le dedicas al alcohol se lo quitas a todo lo demás ¿Seguro?" del blog Trabajar con jóvenes me ha animado a publicar por aquí un artículo que escribí hace ya algunos años sobre una campaña de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción como invitación a la reflexión y el debate sobre las grandes campañas de prevención a través de los medios de comunicación de masas.

Aviso: el artículo es un poco largo así que ponte cómodo o cómoda.......

El artículo se publicó en el primer número de la revista Enteogenia: Revista Libre de Cultura y Estudios Psiconáuticos y, en él, quise hacer un análisis crítico de la campaña que la FAD lanzó en el año 2006 con el eslogan "¿Será ésta? Piensa".



En el spot para televisión, un personaje que intenta emular a un camello, con voz de mujer, alerta a la audiencia de los peligros de las drogas: en concreto, del peligro que supone que, incluso con una única dosis, las drogas pueden causar daños irreparables.


Se trata de la campaña número 29 de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción y, tal como reza en su página web, "está específicamente dirigida a jóvenes de 18 a 25 años que hayan tenido o tengan algún contacto con las drogas", bajo el lema "¿Será ésta? Piensa". La campaña cuenta con un spot para la televisión, tres cuñas de radio, tres materiales gráficos y unos juegos online. El material gráfico presenta una pastilla o una raya de lo que parece cocaína junto a esta frase: "¿Cuál cambiará tu vida para siempre?".

El eslogan "¿Será ésta? Piensa" hace referencia "a que cualquier consumo de drogas puede causar daños físicos y psíquicos irreparables y es imposible saber cuándo se producirán". El "piensa" pretende "provocar la reflexión: ¿merece la pena arriesgarse?" (FAD, nota de prensa del 5 de abril de 2006).


El objetivo es claro: alertar a la población de que (1) incluso una única dosis de droga puede ocasionar daños irreversibles, y (2) que es imposible saber cuál va a ser, todo ello con objeto de incrementar su percepción de riesgo. Esto, en última instancia, desanimará a los consumidores de persistir en su consumo.

Al igual que en otras disciplinas, se intenta que todas las actuaciones, sean preventivas, médicas, psicológicas, o de cualquier otro tipo, estén basadas en datos de investigaciones que permitan avalar el empleo de tal o cual técnica. A ello se refiere la etiqueta "basado en la evidencia": con un sustrato teórico apoyado por los datos de la investigación.

En el ámbito de la prevención de las drogodependencias, se insiste en que los programas preventivos cuenten con una evidencia científica clara de los elementos que los conforman. Sin lugar a dudas, todos los esfuerzos preventivos deben tomar en consideración este aspecto para maximizar su eficacia y eliminar los ingentes costes que supone cometer un error en los planteamientos de base del programa. Además, es imprescindible que el programa preventivo esté basado en interpretaciones teóricas del fenómeno que han demostrado su capacidad para explicarlo y ayudar a entenderlo.

La hipótesis de que la percepción del riesgo es un elemento importante para explicar los aumentos (o descensos) en las prevalencia de consumo procede de los estudios de Bachman, Johnston y O'Malley (1990), quienes investigaron la hipótesis de que "cuanto más peligro asocien las personas jóvenes a una droga, menor es la probabilidad de que la consuman". Estos autores trataron de analizar los cambios en las prevalencias de consumo de cannabis y cocaína que se produjeron en Estados Unidos a lo largo de las décadas de los ochenta y noventa, y concluyeron que los dos factores que mejor explicaban tales cambios eran la percepción de riesgo y la desaprobación social del consumo. Así, en las épocas en las que la población tenía una percepción de riesgo más alta y había una mayor desaprobación del consumo, las prevalencias eran menores, y viceversa. Sin embargo, aunque pueda tener cierta lógica, no siempre puede observarse esta relación. Así, en Holanda se observaba cómo, según el Eurobarómetro de 2006 (fecha en que hice este artículo) sobre jóvenes y drogas, se daban tasas de consumo menores que en otros países, siendo la percepción de riesgo en relación a varias sustancias también más baja. A pesar de ello, se ha establecido como prioridad preventiva el aumentar la percepción de los riesgos, ya que, según se dice, su disminución se asocia a un aumento en la proporción de personas consumidoras. Es en este contexto donde se enmarca la campaña.

Por otra parte, un requisito imprescindible para cualquier actuación en materia de salud pública (y la prevención debe serlo) es que tenga una relación coste-beneficio asumible y adecuada. Es decir, que los beneficios se logren (o intenten lograr) a un coste admisible. Como veremos, el coste que puede suponer esta campaña en términos de contraprevención plantea serias dudas sobre la adecuación de la misma. Es por esta razón que cabe preguntarse: el fin que se persigue, ¿justifica los medios a utilizar?

La campaña: prevención o contraprevención


Esta campaña de la FAD, al igual que otras anteriores, presenta una serie de aspectos que merecen ser considerados con atención debido a las implicaciones que tienen desde el punto de vista preventivo.

En primer lugar, la campaña evidencia una utilización inadecuada de la percepción del riesgo. Confundir una alta percepción de riesgo como miedo tiene serias implicaciones preventivas que se comentarán más adelante. Si tomamos como cierto que la campaña va dirigida "específicamente a jóvenes de 18 a 25 años que hayan tenido o tengan algún contacto con las drogas", debemos entender que la percepción de riesgo es la valoración que estos jóvenes hacen del nivel de riesgo al que se exponen con su consumo de drogas. La campaña pretende alertar a estos jóvenes de que el riesgo es mayor de lo que ellos piensan. En este caso, el riesgo elegido es el de sufrir "secuelas irreversibles" por una pastilla o una raya. De nuevo, sería necesario dar a conocer cuáles son las evidencias científicas disponibles de que una única dosis de MDMA o de cocaína es suficiente para provocar esas "secuelas irreversibles". Además, debe presentarse la evidencia científica que señala que ese riesgo es lo suficientemente importante como para justificar el diseño de una campaña de prevención alrededor del mismo.

Alertar a la población sobre un riesgo de baja probabilidad de aparición puede, de nuevo, tener serias implicaciones de tipo preventivo. Poner el énfasis en una circunstancia que no suele presentarse en la experiencia directa de los jóvenes que tienen o han tenido algún contacto con las drogas puede suponer una pérdida de credibilidad que no debe permitirse en prevención. Un aspecto esencial en la comunicación de riesgos para la salud a la población es precisamente el de la credibilidad del emisor de los mensajes preventivos.

Parece ser que la propia campaña es consciente de la falta de credibilidad en los mensajes preventivos "oficiales". Para ello recurre a la estrategia de presentar el mensaje a través de "alguien a quien, curiosamente, sí sueles creer": el camello. De nuevo, sería necesario señalar cuáles son los estudios que demuestran que el camello es una fuente creíble de información sobre drogas para los jóvenes consumidores. Sin embargo, en la nota de prensa ya mencionada se dice que la locución con voz de mujer que aparece en lugar de la voz del camello trata de incrementar el impacto del spot y dejar patente que, aunque en pantalla aparece en primer plano el camello o dealer, "quien transmite el mensaje es la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción". Evidentemente, no parece ser ésta una buena estrategia para dotar de credibilidad al mensaje, como tampoco a la figura del camello.

En relación a esto, sería necesario especificar los estudios que demuestran que los jóvenes otorgan credibilidad a los camellos. Si esto es cierto, puede suponer un grave problema ya que, en no pocas ocasiones, los camellos son los principales responsables de la difusión de informaciones sesgadas e incluso falseadas sobre las sustancias, sus efectos y sus riesgos. Lanzar el mensaje de que el camello es una fuente creíble puede conllevar que los jóvenes asuman falsas informaciones transmitidas por los mismos como verdaderas, lo que, en definitiva, puede suponer un aumento en ciertos riesgos o, como mínimo, en el nivel de desinformación en relación a las drogas.

En tercer lugar, otro riesgo que se señala en la campaña es el que se deriva de la imposibilidad de saber de antemano cuál será la pastilla o raya que provocará los daños irreversibles. Sin embargo, no se especifica cuál es la razón por la que esa dosis puede provocarlos: si por los adulterantes que pueda contener, por una cierta vulnerabilidad o predisposición individual, por la cantidad de principio activo, por el efecto de la sustancia en el organismo, etc.

Parece claro que el mensaje de la campaña contradice totalmente la experiencia de los jóvenes. Teniendo en cuenta el carácter recreativo que impera en los consumos actuales de drogas, es fácil suponer que gran parte de estos consumos están mantenidos por el logro de una serie de efectos deseados y buscados que, obviamente, son valorados como positivos. Además, estos efectos tienen una alta probabilidad de aparecer, mientras que los efectos de tipo negativo tienen una probabilidad más baja y, además, pueden necesitar de un tiempo para que se desarrollen (por ejemplo, los relacionados con establecer una relación de abuso o dependencia). Por tanto, parece lógico pensar que los efectos positivos tienen una gran influencia en la valoración que las personas jóvenes hacen de las drogas y de su experiencia con las mismas. Esto podría estar relacionado con que "estemos inmersos en una tendencia al debilitamiento de la visión de los riesgos, incluso a su banalización; pero, más aún, la tendencia es a subrayar la dimensión de los beneficios" (FAD, nota de prensa del 5 de abril de 2006).

Un riesgo como el presentado por la campaña muestra una probabilidad muy baja de aparición. En caso contrario, sería fácil prever un desbordamiento de los servicios sanitarios debido al creciente número de consumidores de drogas que tendrían que ser atendidos por graves lesiones irreparables. Sin embargo, aún no disponemos de datos que informen de un aumento en la prevalencia de lesiones irreversibles provocadas por dosis únicas de drogas. No quiero decir que éstas no puedan ocurrir, pero a priori parece lógico pensar que, de producirse, se tratará de casos casi anecdóticos: reacciones alérgicas a la sustancia, presencia de adulterantes de elevada toxicidad, ingestión excesiva de principio activo, desencadenamiento/agravamiento de una patología subyacente, etc.

Aún asumiendo que la posibilidad de aparición de tales daños depende únicamente de la sustancia (lo cual ya es asumir bastante), es lógico pensar que esta responsabilidad sólo le atañe a la sustancia de manera circunstancial. El potencial tóxico de una sustancia no es absoluto sino relativo; es decir, está en función de distintos factores que se verán más adelante y ello permite explicar por qué la misma sustancia no provoca efectos totalmente iguales en todos los consumidores o en un mismo consumidor en momentos diferentes. Como ya se señaló más arriba, sería necesario informar de cuáles son los estudios de toxicidad que avalan la estrategia empleada por la campaña. En lugar de eso, es evidente el hecho de que la ausencia de controles y garantías que caracterizan el mercado ilegal de drogas favorece la aparición en el mercado de preparados con un riesgo potencial superior al de la sustancia en cuestión. Así, ciertos preparados vendidos como cocaína y/o éxtasis también pueden contener otras sustancias que aumenten claramente los riesgos.

Llevar las drogas al ámbito de lo ilegal con objeto de limitar y/o eliminar su consumo trae como consecuencia la existencia de un mercado ilegal que no ofrece garantía alguna al consumidor sobre la cantidad y calidad del producto que se adquiere. Desde una óptica de salud pública, puede entenderse que cualquier medida (política, legal, preventiva o de cualquier otro tipo) también debe poner los medios necesarios para aminorar los efectos indeseados que su aplicación pueda generar. Parece difícil de asumir una medida que pueda causar perjuicio a un elevado sector de la población cuya salud, precisamente, se pretende salvaguardar. Y más difícil aún de asumir es que, incluso siendo evidentes estos efectos indeseados, no se desarrollen y/o fomenten estrategias para tratar de aminorarlos. En este contexto, puede pensarse que el eslogan elegido por la campaña banaliza los riesgos que supone la existencia de un mercado ilegal de drogas, disminuyendo la percepción del riesgo que puede suponer adquirir este tipo de sustancias en un mercado que no ofrece garantías de calidad en su producto y, en última instancia, aumentando la probabilidad de que los daños que, en principio, la misma campaña pretende prevenir, se terminen presentando. Considero que, desde el punto de vista de la salud pública, deben cuidarse algo más estos aspectos y tener en el punto de mira las posibles interpretaciones a las que puedan dar lugar los mensajes preventivos.

Por otra parte, podríamos asumir (lo cual también es asumir mucho) que el hecho de sufrir esos daños por una única dosis depende más de la persona que de la sustancia. Dado que pueden ser muchas las personas que consuman esa dosis de sustancia pero pocas las que terminen padeciendo los daños "irreparables", es lógico pensar que el riesgo estará más en relación con ciertas características de los individuos que con características de la sustancia. De esta forma, desde el punto de vista de la salud pública, es pertinente y necesario establecer cuáles son esas características individuales que aumentan el riesgo de "daños irreparables". Además, resultará de vital importancia informar y alertar a esas personas de que una única dosis puede ser suficiente. Esta información no se proporciona en la campaña. Esta omisión de un aspecto crucial puede aumentar el riesgo de que esas personas sufran los daños al no proporcionarles la información necesaria que les permita evitar la situación de consumo o que, en caso de optar por el mismo, los faculte para asumir ese riesgo de manera libre e informada. De nuevo, la campaña puede, inadvertidamente, estar aumentando el riesgo de sufrir el daño que pretende evitar.

Una tercera opción sería asumir que el riesgo de sufrir estos daños viene determinado por una combinación de factores relativos a la sustancia y de factores relativos al individuo. Aunque se trate de una opción más elaborada, adolece de los mismos inconvenientes a la hora de asumirla que las dos anteriores.

Una opción que superaría las limitaciones e inconvenientes de las anteriores podría ser la de asumir que el riesgo de sufrir daños relacionados con las drogas y, específicamente, los daños advertidos por la campaña, depende de varios factores, incluidos los relativos a la sustancia y los individuales, pero que están más relacionados con la forma en que se consumen las sustancias que con ellas mismas o los consumidores. El riesgo de sufrir problemas con las drogas, de manera general, está afectado por una serie de variables: la dosis consumida, la potencia y toxicidad de la sustancia, la frecuencia de consumo, el modo de acceso a la sustancia, la vía de administración empleada, la forma o patrón de consumo, la combinación con otras drogas de manera voluntaria o involuntaria (por los adulterantes que pudiera contener), los cuidados posteriores al consumo, las razones por las que se consume, los conocimientos, la personalidad, las actitudes, el estado físico y de ánimo y, por último, el escenario en el que se realiza (dónde, cuándo y con quién). Esto lleva a tener que asumir que existen formas de consumir las drogas que aumentan los riesgos, pero que también hay otras que permiten reducir y mantener los riesgos a un nivel más bajo.

Para quien desee evitar totalmente los daños podrá ser una opción el abstenerse completamente de las drogas. Pero para quien las desee consumir (y a día de hoy son muchas las personas que así lo desean), dos estrategias básicas desde el punto de vista preventivo y de salud pública pueden ser las de informar sobre los riesgos asociados al consumo e informar asimismo de aquellos factores que pueden aumentarlos o disminuirlos. La campaña centra en exceso su atención en desanimar a los jóvenes de consumir drogas y olvida el hecho de que un porcentaje determinado de su público objetivo (jóvenes entre 18 y 25 años de edad) van a seguir consumiéndolas, incluso a pesar de la campaña. Estos jóvenes quedan en una situación de desamparo inadmisible desde la salud pública al negarles la posibilidad de recibir una información útil para responsabilizarse de sus decisiones.

La invitación a la reflexión del eslogan ("Piensa") puede resultar asimismo contrapreventiva en el contexto de la presente campaña. Un mínimo ejercicio de reflexión permite arrojar luz sobre las argumentaciones expuestas hasta este momento. Pero, además, puede conducir a una visión de las drogas y sus riesgos que, de nuevo, incremente los riesgos más que reducirlos o eliminarlos.

Subyacente a la frase "¿Será esta?" se encuentra una visión de los problemas con las drogas que hace descansar la responsabilidad de su potencial dañino en el azar o en la imposibilidad de predecir el resultado adverso. Esta perspectiva ya se había presentado en anteriores campañas de la Fundación. En definitiva, se trata de trasladar a los jóvenes la idea de que, aunque en muchas ocasiones se tenga suerte y no se produzcan daños, puede haber veces en las que haya mala suerte y sí se padezcan.

Como ya se ha señalado, el riesgo de sufrir problemas con las drogas depende de un grupo de factores que pueden ser manejados por el individuo en su mayor parte. En definitiva, se trata de un riesgo que puede ser modificado en la medida en que el consumidor se responsabilice de su acto de consumo y posea la información y formación necesarias para ello. Trasladar la idea de que el consumidor no puede hacer nada, de que se encuentra indefenso ante la posibilidad de un resultado adverso como consecuencia de su consumo, no permite realizar un acercamiento hacia los aspectos de prudencia y responsabilidad que pueden garantizar efectivamente la disminución de los riesgos relacionados con las drogas. Al no fomentar tales aspectos de prudencia y responsabilidad, sino todo lo contrario, puede, de nuevo, incrementar los riesgos en lugar de disminuirlos, en el caso de que la persona desoiga el mensaje preventivo; lo cual, por otra parte, se ha demostrado del todo frecuente.

Por todo ello, cabe concluir que la presente campaña de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción es bastante criticable en la medida en que, con el objetivo de incrementar la percepción de riesgo, el medio escogido para ello puede tener graves repercusiones para los destinatarios de la misma.

Aunque está dirigida a jóvenes de 18 a 25 años que hayan tenido o tengan algún contacto con las drogas, en la nota de prensa de la FAD también se señala que, dado el tono directo utilizado "para combatir la frivolidad con respecto a los consumos de drogas e intentar aumentar la conciencia de riesgo", la campaña "también es comprensible para el resto de jóvenes y población general". El grupo de edad que constituye la población destinataria está conformado por jóvenes que aún no se han iniciado en los consumos y por jóvenes que sí lo han hecho. Para los primeros, puede que la campaña les dé argumentos para no iniciarse. Pero, para los segundos, ¿qué aporta la campaña?

Confiar en que el mensaje transmitido logre hacer a los jóvenes renunciar a las drogas (y a sus placeres) puede llevar a pecar de ingenuidad. Incluso teniendo confianza en ello, es necesario abordar efectivamente la circunstancia de que, finalmente, no se consiga el objetivo. Evidentemente, para este grupo de jóvenes, la salud pública aún debe representar la garantía de que se velará por salvaguardar su salud y no se les dejará en situación de desamparo. Pero, además, resulta del todo inadmisible que, si la campaña no logra su efecto, el resultado para aquellos para quienes no ha sido efectiva sea el de un aumento en los riesgos que se decía intentaban prevenir.

Podemos entender que ciertos grupos de población deben permanecer abstinentes de las drogas (temporal o permanentemente). Pero también es cierto que el número de personas que actualmente optan por consumir es importante. El hecho de ser consumidor de drogas no tiene por qué equivaler a quedar desprotegido. Ni el hecho de intentar evitar que unas personas consuman debe ser motivo para incrementar los riesgos en otras. En definitiva, el fin no justifica los medios.

4 comentarios:

danie dijo...

Creo que este artículo está mal desde el principio... ¿cómo puedes pensar que esta campaña, y otras tantas de la fad, están destinadas a los jóvenes? La población destinataria es en primer lugar la población adulta y morbosa, padres preocupados y sobretodo, y por encima de todo, es para los del patronato, para que se sientan menos miserables... todo ello a costa de todo cuanto has comentado tu: reducir la percepción de riesgo, dar más credibilidad al camello de turno, etc...
No se tiene lo que hay que tener para abordar el "problema" de las drogas como debería. Hay demasiados intereses comerciales, emocionales y pseudo-ideológicos como para cambiar el rumbo que llevan las actuales políticas.

DDAA dijo...

No le falta razón a Danie en lo de los destinatarios de las campañas, pero de ahí a decir que el artículo está mal, hay un trecho.

Claudio Vidal dijo...

Danie,

estoy de acuerdo en que, posiblemente, los destinatarios de estas campañas sean los especificados en la descripción de la campaña. No es que yo diga que van dirigidas a jóvenes, lo dice la propia FAD: http://www.fad.es/Campanas?id_nodo=3&accion=1&campana=41.

Gracias por comentar.

Un saludo

danie dijo...

DDAA... no sé que me pasa últimamente, me estaré volviendo un poco tarado o algo... lo de que el artículo está mal es irónico... Tal vez debería ser un poco más específico o incluir algún emoticono que lo aclare...
El artículo me ha parecido estupendo.
Un saludo a los dos